Mujeres mentirosas
Cuando estaba en la primaria, una compañera me contó que en el baño de las niñas vivía un mounstruo, y que si iba sola me iba a agarrar con su mano peluda. Le creí y me pasé todo el segundo grado aguántandome las ganas. Hasta que me enfermé del riñón y entre lágrimas le conté a mi mamá que tenía miedo de ir al baño porque me iba a pasar algo.
Cuando estaba en cuarto la madre Silvia Patricia me regañó porque iba a enfermarme de mis partes íntimas (en sus propias palabras) porque nos cachó resbalándonos de trenecito por la rampa. Hasta la fecha ignoro qué tipo de enfermedad puede contraerse por andar con tu jumper y tus licritas sobre los mosaicos.
Cuando estaba en sexto mi mejor amiga les dijo a mis otras amigas que yo había dicho un montón de cosas acerca de ellas. Obviamente no era cierto. Luego me dijo a mi que estaba arreglando las cosas pero que yo tenía que admitir que sí había inventado todo para que me volvieran a juntar. Me tuve que conseguir amigas nuevas.
Hace algunos años, platicaba con una de mis mejores amigas acerca de mi entonces novio, y le decía que no estaba segura si me convenía seguir con él. Ella no sólo apoyó mi idea de que él no me convenía, sino que me convenció de que era un asco de persona y que yo merecía algo mejor. En una cosa tuvo razón, en eso de que era un asco, aunque seguramente eso lo dedujo mientras se acostaba con él a mis espaldas.
Hace menos años le pregunté a otra de mis buenas amigas si estaba saliendo con alguien que a mi me gustaba. Ella me juró que no era cierto. Creo que el resto ya no se los tengo que contar.
Cuando tenía 10 años mi papá atropelló a mi conejo y me dijo que se lo había llevado al veterinario con su esposa a tener hijitos. Nunca me llevó a conocer a los bebés de Bolita por más que le rogué.
Las mujeres mentimos para intimidar, para encubrir, para tener poder, y la mayor parte de las veces para conseguir.
Al menos los hombres que me han mentido ha sido por piedad. En ocasiones por lo menos.