Que te vaya bien, que te vaya mal...
que te vaya de cualquier maneeeeeeeeeeeera.
Siempre he culpado a mi madre por mis malsanas relaciones con los hombres, estoy convencida de que mi disfuncionalidad se deriva de todos los discos de Marisela y Pimpinela que me fumé a los seis años.
Anyhow, ayer estaba pensando (pssss) en el hermano de una amiga (para variar y hablando de mis enfermos y muy definidos patrones de relación), y que no hemos salido peeeeero que hubo un momento en el antro de esos... no sé, de esos... me gusta mucho.
De ahí empecé a malviajar barato, y pensaba en mis relaciones pasadas (ando de una melancolía nauseabunda, si alguien me ve por la calle siéntase libre de abofetearme), tanto que le marqué al cuentista y lo invité al cine, como si fuéramos amigos... caminábamos y me tomó de la mano, no lo solté, costumbre que le dicen.
De alguna extraña manera desarrollo complicados y psicóticos vínculos con mis ex novios (como si fueran tantos), por amén sea la razón. Siempre he admitido que soy malísima dejando ir a la gente (menos mal que he tenido únicamente dos relaciones realmente significativas). Me tomó más de un año dejar ir al ex novio maldito y me está tomando ya meses no ver al cuentista, aunque se trata de dos situaciones completamente diferentes y dinámicas aun más diferentes, me gusta saber de ellos de vez en cuando, como si con cada uno se hubiera ido algo de mi.
En otros updates de mi últimamente sencilla vida sentimental, creo que por fin logré que el niño bueno entendiera que nada más no, lo intenté, lo juro, pero cuando no lo sientes, no y ya. Para que yo quiera a alguien, tiene que comenzar como un juego, así ha sucedido, juegas a salir, juegas a gustarte, juegas a coger, y de repente zas! ya tienes el agua hasta el cuello. No soporto la sensación de premeditación.
Me voy a la playa, luego les cuento.